Sobre la hierba

por: José Donayre

Ajustó el dogal y el cilicio. Depiló el pubis y las axilas. Perfumó el cuello y las muñecas. Qin Shihuang descubría un nuevo territorio a la luz parpadeante de una mecha encendida. Le inquietaba no saber el nombre de su atacante, pero eso dejó de ser un problema apenas ella, con las maneras del gusano de seda, empezó a devorarlo como una hoja de morera.



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