Libros y desolación

por: Oliverio Coelho

Recientemente atravesé Santiago del Estero, a pleno sol, en auto. Desolación, pobreza y sequía. Cuarenta grados. Al costado de la ruta, en la nada, una mujer humildísima vende cactus y morteros. Me detengo. La señora súbitamente me confiesa: le gusta leer. Me pide libros, revistas. Luego, ropa para sus trece hijos. Hago memoria. Me parece perfecto sembrar ese desierto con un libro de Gabriel Bañez y se lo doy. La señora no deja de agradecer. Agrego algo de ropa. Pero ella sigue pidiéndome más libros. Insistencia que habilitaría una política de estado para que existan libros en la desolación.



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