Sin luz

por: Ollín Rafael Valenzuela

Pasé la tarde entera jugando con ellos. Al principio eran rosados y tiernos, pero como la tarde, se obscurecieron – Los lancé como dardos, les puse ojos y boca, los hice desfilar – Ni el olor ni las moscas me molestaron, solo el hastió me hizo comprender que lo mejor era, por fin, enterrarlos, no sin antes, por supuesto, pasarlos por la licuadora… como todo lo demás. Me asustaba la posibilidad de ver, algún día, brotar como arañas, manos de mi jardín.



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