Mínimos narradores

por: Leonardo Valencia

Si es cierto que las palabras son prescindibles en un primer momento ante la atracción de una pintura, no lo es menos que al instante siguiente de la contemplación las palabras se vuelven urgentes. La plenitud de la imagen provoca una sed de referencias para asir lo visto. El espectador se acerca a leer el título, el nombre del pintor, la fecha y la leyenda –si existe– de la obra que lo ha fascinado. Es a partir de ese momento que el cuadro viaja en la memoria del espectador y empieza el cuento no dicho o escorado.



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