Pablo Gutiérrez, Nada es crucial
Lo más aburrido de la literatura española joven es la aparición cíclica de falsas vanguardias que prometen diversión y vitalidad a borbotones. Tras el abortado desembarco nocillero, Pablo Gutiérrez era lo que tocaba: morcillitas multicolores rellenas de autocompasión mal procesada, el chopped de la sentimentalidad pop, todo entre el malabarismo pretencioso y la cursilería mal atemperada por una ironía sin fuelle. Ciertamente, la demanda de buen rollito queda satisfecha con esta mezcla de cansinos juegos pirotécnicos, sensiblería, lirismo enlatado y suaves chorritos de consciencia social. Hará igualmente felices a gafapastas y a lavapieseros.
Pablo Gutiérrez, Nada es crucial, Madrid, Lengua de Trapo, 2010
¿ConSciencia? ¿Y también suBstancia y oBscuro? Buf, si tu criterio se resume en tu ortografía…
No sé si le sobra envidia o le falta criterio.
Lo que le ocurre a quien escribe esta crítica es que, como casi todos los críticos, quiso ser escritor y no lo consiguió. Y estar delante de un auténtico fenómeno de la literatura le apabulla.