El imperio de la sonrisa

por: Luigi Amara

Por un fenómeno contrario al que hizo célebre al gato de Cheshire, lo primero que observamos es una sonrisa radiante, desprendida de su cuerpo. En medio de la noche flota una dentadura pulcra, pareja como un muro de ladrillos blancos. Después, lentamente, hacen su aparición los rasgos restantes: una nariz cualquiera, un mentón vagamente delineado, una mirada huidiza. El cuerpo lucha por esa solidez que lo vuelva creíble, elocuente, humano al cabo. Y así avanza por las calles ese hombre que es más bien sostén de un gesto irremplazable, ese complicado perchero cuyo único fin es exhibir la dentadura.



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