El ramo

por: Patricia Esteban Erlés

El vestido de mi hermana me aprieta. Su novio, en cambio, me queda un poco grande. No debí acercarme a consolarlo tras el entierro, me digo, no debí abrazarle junto a la tumba de Úrsula. Las flores secas de su ramo aún huelen a alcanfor y deseo arrojárselas  cuanto antes  al grupo de incautas que esperan al pie de la escalinata. Los dedos  de él se cierran en torno a mi muñeca para impedirlo. Guárdalas como la otra vez, susurra,  nos dieron suerte.
Me oigo decir que sí. Sonrío, mientras aprieto el ramo contra mi pecho, como un amuleto.



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